Que el mundo está fuera de control deja pocas dudas. Es poner cualquier noticiario y sentir que la Tierra va a explotar en cualquier momento. Literal. Sin embargo, existe algo peor que eso: estar fuera de control de ti mismo.
Esa fue la razón por la que empecé a devorar libros en busca de las respuestas que ni el diazepam ni la venlafaxina me daban. Y no será porque no fui pesada preguntando.
Como te adelanté la semana pasada, tropecé con el estoicismo sin pretenderlo. Lo que más me gustó es lo práctico que puede ser en el día a día de cualquier persona. Pero no te confundas.
El estoicismo tiene mucho de trabajo interior y poco de iluminación mágica. Al hacerte consciente de cómo te dejas controlar por el exterior negándote a ti mismo, sufres. Mucho.
Ese sufrimiento solo puede ser compensado con la tranquilidad (felicidad) de ir encontrando un sentido a todos tus errores. Eres capaz de perdonarte y volver a quererte como cuando fuiste un lienzo en blanco. Sigues estando ahí a pesar de no acordarte.
Hoy nos remontamos al inicio. Retrasemos el reloj un par de milenios largo. A ver cómo empezó eso de los estoicos.
Una filosofía para sobrevivir al caos
El fundador de la filosofía estoica fue Zenón de Citio, un comerciante griego (Citio está en Chipre pero en esa época era colonia griega) que en un naufragio perdió todo lo que tenía.
Se refugió en la filosofía, supongo que para encontrar un sentido a lo que le ocurría (como algunos hacemos dos milenios después y es que todo está inventado ya), ingresando a la escuela de los cínicos. Fue tomando ideas de éstos pero mezclándolas con otras de su propia cosecha, hasta que en el año 301 a.C. se hizo oficial la existencia de su nueva escuela filosófica.
¿Por qué se le dio el nombre de estoica? No se quemaron mucho la cabeza: en griego, stoa significa pórtico. Zenón carecía de dinero para comprar o alquilar ningún lugar, y no le quedaba más remedio que impartir sus lecciones en la calle. En un pórtico se refugiaban del calor en verano, del frío en invierno y de la lluvia cuando tocaba descarga en las nubes.
El principal objetivo de los estoicos era lograr una vida virtuosa y acorde a la naturaleza. Pensaban que la mayoría de nuestros problemas, y por tanto nuestra infelicidad, tiene su origen en cómo percibimos las cosas, no en las cosas en sí mismas. Utilizaban la razón para elegir cómo respondían a los sucesos externos. Se adaptaban a las circunstancias que les tocaba vivir.
Las virtudes fundamentales del estoicismo eran cuatro: el control de uno mismo, el valor, la justicia y la sabiduría. Profundizaremos sobre ellas en otras páginas.
Entre los filósofos estoicos más conocidos y reconocidos encontramos a Epicteto, Séneca y Marco Aurelio. Los tres pertenecen al período más tardío, y tras la muerte del último de ellos el estoicismo fue perdiendo relevancia hasta que el predominio del cristianismo lo remató. En el año 529 d.C. el emperador Justiniano se encargó de echar el cerrojo a la Stoa.
Y con el fin del estoicismo, llegamos también al de esta página. Nos leemos en la siguiente.
Cita para pensar
Hoy me eximí de todo estorbo, o, mejor dicho, me desprendí de todos los estorbos, visto que el mal no estaba fuera, sino en mi interior, en mis opiniones.
Marco Aurelio.
Principales referencias consultadas
Créditos imagen de portada: Davide Cantelli
Buen resumen. Que una filosofía haya surgido de la adversidad para sobreponerse ya dice mucho de él.