La primera vez que fui a Madrid y entré en el metro parecía Paco Martínez Soria en aquella escena mítica de la película La ciudad no es para mí. Me faltaban el cesto con los pollos y el cuadro de su señora.
En mi caso no entendía por qué la gente subía corriendo las escaleras mecánicas. ¡Si se mueven solas! Tras unos cuantos bufidos que mascullaban que dejase paso, caí en la cuenta de que si me quedaba quietecita a la derecha, los apresurados transeuntes podían sobrepasarme sin problema.
Digo yo, si tantas prisas hay en las grandes urbes, podrían adaptar la velocidad de las escaleras mecánicas al ritmo de sus habitantes y así todos contentos. Aunque ahora que lo pienso un poco más, estoy segura de que seguirían queriendo correr más que ellas.
La vida moderna ha convertido nuestra existencia en una carrera de ratas sin fin. Nuestro rendimiento se mide por la cantidad de tareas que seamos capaces de sacar adelante, como quiera que sea. Cuanto más rápido, mejor. Todo es para ayer. Urgente. Ya.
¡Stop!
Si no paras tú, llegará un momento en el que será tu cuerpo quien te pare. Piensa en él como si fuera una máquina. Puedes forzarla hasta que llega un punto en el que alguna pieza se rompe, y entonces se detiene en seco. Todos tenemos un límite aunque no seamos conscientes.
El mejor remedio para evitar la avería o repararla si ya la sufres es frenar la velocidad y potenciar tu pensamiento. Con más enfoque mejoras la salud mental, calma y expansión del conocimiento. Así podremos hacer mejor las tareas futuras, ya que aprendemos de las experiencias.
Para aplicar este remedio a cualquier aspecto de nuestra vida basta con confiar en tres pilares clave:
Intencionalidad: ¿Para qué haces lo que haces? Trabajar hacia un objetivo te da seguridad y conciencia de cada paso que damos. ¿De qué te sirve moverte sin parar si lo haces en círculos?
Calidad: Como reza el lema de Laura Orive en uno de los podcasts que escucho y que aprovecho para recomendarte, Vacía tu bandeja, no se trata de hacer más, sino mejor.
Sostenibilidad: Con tu esfuerzo constante y reflexivo tomarás mejores decisiones.
Es fundamental reservar un espacio para la autorreflexión. No importa que apenas sean unos minutos mientras que lo hagas con asiduidad. Además se puede adaptar de múltiples formas: llevando un diario, meditando o tomando un descanso cada cierto tiempo de trabajo profundo.
Un sencillo truco para momentos de apuro es detenerte y preguntarte por qué tanta prisa. Dar un paso atrás y coger perspectiva ayuda a relativizar y te resitúa en el camino hacia tus objetivos. Lejos de perder el tiempo, lo estarás invitiendo en mejorar tu proceso.
Cuando te mueves más lento tienes tiempo de pensar y reflexionar sobre lo que haces tú y los que te rodean. Puedes relacionar las ideas presentes con las que tienes en tu memoria y consigues un aprendizaje profundo y duradero en el tiempo. Dejas de moverte por impulsos, o lo que es peor, como un zombie que ni siente ni padece.
Propina: Para ayudarte a reflexionar también te recomiendo Efectivida, un podcast con blog y canal de Telegram en el que Jaír Amores comparte casi a diario pequeñas píldoras con las que crecer.
Hasta la página siguiente.
Cita para pensar
No existe pensamiento si no te das tiempo para pensar.
Javier Sierra.
Referencias que me han inspirado
An ode to slowness: the benefits of slowing down - Ness Labs - Anne-Laure Le Cunff
Esto pasa en tu cerebro cuando aprendes - Polymatas - Val Muñoz de Bustillo
Interesante reflexión sobre la prisa. Te sigo Paloma