Hace unos días comenté con una persona que me gusta jugar con la perspectiva cuando hago fotografías. Suelo agacharme o retorcerme en posturas inverosímiles buscando captar una imagen que no sea habitual.
Pienso que hago eso porque no me considero muy creativa e intento compensar con algo que sí se me da bien: ponerme en el lugar de otros, en este caso objetos o simples puntos del espacio.
Cuando doy paseos fotográficos, de vuelta en mi casa hago repaso de las fotografías tomadas para hacer limpieza. No me gusta editarlas mucho, apenas pruebo el ajuste automático, pero sí me recreo cambiando la orientación y/o tamaño. De nuevo busco nuevas maneras de mirar por instinto.
La vida también tiene tantas perspectivas como personas. No solo eso, sino que una misma persona cambia su enfoque según el objetivo que use o los filtros que aplique. Y la luz no es igual al amanecer que al mediodía o al atardecer.
Las oportunidades del ser humano para cambiar de perspectiva han evolucionado con el paso de los siglos. Los antiguos observaban lo que estaba a su alrededor, a ras de suelo. Si necesitaban ver algo desde otra altura subían a un árbol o a una montaña. Ahora construimos rascacielos y volamos de un continente a otro en aviones. Incluso hemos puesto un pie en la Luna.
Hablando de la Luna, dicen que todos los astronautas que han tenido el privilegio de ver el planeta Tierra desde ella regresaron con un importante cambio mental. Y es que no es lo mismo imaginar que eres la punta de un alfiler perdido en un pajar colocado en medio del océano que verlo con tus propios ojitos.
Momentos de epifanía como esos podemos experimentarlos en cualquier instante. Me gusta pensar en ello en las escasas oportunidades en que estoy frente a la Naturaleza imponente. Por ejemplo, frente al mar o en las montañas. Pero procuro sentirlo también en medio de mis paseos cotidianos, en casa mirando a través del cristal de la ventana, tumbada en la cama. Recuerda el memento mori. El milagro de que sigues respirando.
La templanza nos ayuda a no desesperar. Es bueno dejar de hacer, incluso esperar a que pase el tiempo y que las aguas se amansen. No pasa nada por recobrar el aliento. Deja que poco a poco empape tu ímpetu y saborea la calma que te invade.
¿Hay algo que te preocupe? ¿Estás atascado con algún problema? ¿No sabes cómo resolver eso que sientes como un atolladero? Abre el foco y mira más allá de tu alrededor. Cambia tu perspectiva. Juega con ella. Muchos de los problemas dejarán de importarte. Para otros muchos encontrarás una solución.
Hasta la próxima página.
Cita para pensar
En el espacio exterior desarrollas una conciencia global al instante, una preocupación por las personas, una insatisfacción inmensa con el estado del mundo y una compulsión por hacer algo al respecto. Desde la luna, la política internacional parece insignificante. Quieres tomar a algún político del cogote y arrastrarlo unos millones de kilómetros para decirle: “Mira eso, desgraciado”.
Edgar Mitchell. Astronauta del Proyecto Apolo.